Salí de mi país, Paraguay, el día 29 de agosto. En el aeropuerto todo eran dificultades para emprender el vuelo; ya en el avión, dijeron que había que aterrizar en Brasil porque no había bastante combustible para hacer el vuelo directo. La gente estaba desesperada, un calor asfixiante, yo no entendía nada, suerte que nos acompañaba hermana Victoria, también paraguaya, que mitigaba los nervios del momento. Por fin, después de tres horas de espera, el avión emprende vuelo, ¡qué alegría, y a la vez nervios, incertidumbre! por saber como sería mi nueva comunidad, las hermanas con quienes voy a vivir, el lugar, todo era nuevo para mí.
El día 30 de agosto, lo considero como uno de los momentos más emocionantes de mi vida, por primera vez pisé la tierra de España, lugar bendito donde nació M. Esperanza, “fundadora de nuestra Congregación”, aquella gran mujer que amó tanto a Cristo y al Corazón de María que se dio a los demás sin reservas.
Yo me sentía tan segura de la decisión que tomé, pero al llegar al aeropuerto de Madrid, esa seguridad se tornó por un momento en miedo, sentía nostalgia al dejar a mi familia, no fue fácil separarme de ellos, son con quienes he vivido desde siempre (aunque siempre los llevo y los llevaré en mi corazón), también mi cultura, mi tierra… Pasado ese primer momento, todo me parecía tan nuevo y asombroso que no acababa de maravillarme y repetir el salmo: “¡Cuántas son tus obras Señor y todas las hiciste con sabiduría!”, la alegría volvió a mi corazón.
En estos quince días que han pasado desde que llegué a Madrid, he tenido momentos llenos de alegría y de mucho compartir con las hermanas de las comunidades de la Casa General y del Colegio Corazón de María. El recibimiento que nos dieron fue algo grandioso, las horas y días que van pasando en la casa del Noviciado son momentos de emoción, de novedades, hay muchas cosas diferentes, algunas me parecen raras o extrañas, por ejemplo la diferencia de horario entre Paraguay y España, por las mañanas se me pegan las sábanas y, como se imaginarán, también los ojos. ¡Cómo cuesta mantenerlos abiertos, sobre todo en la oración de la mañana!
Estoy muy contenta, porque tengo a mi lado personas maravillosas, a mis hermanas de Congregación. Con ellas apoyándome, y con Cristo, ¡¡¡TODO ES POSIBLE!!!